viernes, 14 de mayo de 2010

Ponga un wookie en su vida (o en su cama)

¡Woah! ¡Menuda semanita he tenido! Un no parar, oigan. Mis dos únicas actividades de la semana han sido trabajar, y dibujar, y a ratos he podido ducharme, o comer algo en mal estado de la nevera. Una fiesta continua, vaya.

Así que, como no tengo nada interesante que contar, contaré un sueño extraño que tuve el domingo, en el que estaba sentado a la mesa con varios dibujantes de El Jueves, en una casa rural que usaban como redacción (no he pasado por ahí, pero dudo de que en pleno eixample de barcelona, en la calle viladomat, haya siquiera una migaja de césped).

Total, que estábamos sentados con Monteys, Fontdevila, Entrialgo, y Pepe Rubianes, caracterizado de Makinavaja (si, bueno, no publica en El Jueves, principalmente porque está muerto, pero oigan, el sueño no lo había escrito yo), charlando animadamente sobre las costumbres reproductivas de los periquitos, probablemente. E íbamos sin camiseta. Lo que debe querer decir que, o estoy enfermo, o había algún tipo de componente sexual en el sueño que he preferido olvidar. Hasta ahí, lo que recuerdo. Al dia siguiente, me desperté muy animado, y cualquier signo de actividad cerebral un lunes por la mañana resulta extraña e inquietante… El sueño no se ha repetido, con lo que no puedo citar (más) detalles escabrosos, pero el martes, al despertarme, volvía a ser el zombie de siempre. Que no cunda el panrico. El pánico. Lo que sea.


Y como no tengo muchas novedades que contar, y hay que matar un poco el rato, voy a dedicarme a proponer medidas para reducir el déficit, que es un tema como muy jovial y entretenido, y que ésta semana ha dado más bien por culo.


Pues bien, la idea sería aprovechar la Moncloa, por poner un ejemplo, para montar un parque de atracciones. El nombre tendría que ser directo y claro: Hijoputalandia, por ejemplo. Para qué complicarnos. Y las atracciones serían sencillas y populares: casetas con banqueros y políticos colgados de los testículos, boca abajo (algo más o menos como lo que hizo el sr. Carradine dentro de un armario, mientras practicaba el onanismo, pero sin el componente erótico-festivo). La diversión consistiria en tirarles piedras a estos simpáticos señores, previo pago. ¡Y las risas que nos íbamos a pegar! ¡Y la fiesta! Añadiría a algunos obispos, por aquello de que los niños también puedan participar. ¿Quién no le tiraria una piedrecita, del tamaño de un seiscientos, al sr. Botín, o al obispo aquél que dijo que la culpa era de los niños, que iban provocando? ¡La de dinerillos que íbamos a sacar! Después podríamos vender los restos mutilados a McDonalds, por ejemplo. A peso. ¡Sacaríamos un buen pico!

La otra diversión que sugeriria sería poner otras casetas, en las que hubiera camas, y las madres de todos estos señores. Que seguro que estas señoras tienen años de experiencia en hacer de estos sitios un lugar animado. Porque para parir según qué engendros, has de haber hecho cosas muy raras, o muy malas. Y entonces, los niños o te salen políticos, o ladran, una de dos.


Bueno, ya he dado la chapa. Me larrrrrgo. Marramiau miau miau!


-tx!.

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