viernes, 7 de enero de 2011

Qué regla ni qué compás (si no es por delante, por detrás)

Varias cosas! Hoy, en lugar de la tradicional entrada en la que yo divago hasta que tengo escritas varias líneas absurdas, probaré a postear un mini-relato, bastante cafre. Y me dais vuestra opinión, con un comentario, majetes. Si sigo inspirado (y si las drogas hacen efecto), seguiré haciéndolo, al menos, en algunos posts.
Os dejo con un par de cosillas; por un lado, la tercera tira de Peter Looser, el tipo ese sin carisma, de próxima publicación en el número 42 de la revista LePotage:


Y por otro lado, la página que colgué, cuando la visita del Papa, con Nietzsche como protagonista (que también publican los amigos de LePotage, este mes); eso sí, a escala de grises:

Y aquí, el relatillo (si no os gusta, es culpa de Ciara, que me dio la idea!):

>>>El exceso de sangre comenzaba a resultar, cuanto menos, molesto. La pequeña toalla sobre la que Gina se había sentado ya estaba completamente empapada, aunque el hecho de que tuviera el periodo (el "tomate", para los que estudiaron FP) no parecía molestar a su amante, que continuaba, incesante, con su tarea...

Habia sido una buena idea, la de atar un vibrador a la espalda del hámster chino. Cierto, el consolador era más grande que el pobre bicho, pero a cambio de su trabajo, el animalillo disfrutaba de un gratificante masaje en la espalda (con "gratificante" nos referimos a que no se le acababa de descoyuntar ningún miembro, pero a punto estaba), mientras Gina practicaba una variante de la zoofilia que no implicaba caballos, perros, ni dodos en tanga. Además, resultaba mucho más cómode que masturbarse de la manera tradicional (es decir, con un pepino maduro, y margarina de oferta)

El peluche de la gatita Kitty, único regalo que habia recibido esas navidades, de parte de su madre ("Madre, tengo treinta y siete años joder! No quiero un puto peluche, quiero una po**a!", recordaba haberle gritado), la observaba desde su cama. Como juzgándola. Creyéndose mejor que ella. Con su maldito cutis perfecto, su repelente lacito rosa a juego con las bragas, y con una lista de follamigos gatunos deseosos de ponerla mirando a Cuenca (perdón, deseosos de "hacerle el amor" a lo doggy-style. Por contradictorio que parezca).

Gina le pegó una patada al pobre hamster, a quien los grumos le habían dejado un tupé rockero digno de Elvis, o de Makinavaja. Se quedó patas arriba, vibrando, e intentando darse la vuelta. Gina agarró el peluche, y se lo "enchufó" ("introdujo" no tiene la misma fuerza, oigan) en la patata. En la vagina. Ya me entienden. "Dónde está ahora tu prepotencia, eh, puta? A quién le perdonas la vida ahora, gata de los cojones?"

El peluche estaba completamente atascado dentro del agujero. La vagina, leñe. La sangre continuaba fluyendo, y estaba haciendo que se inflase. En ese momento, Gina, atemorizada, intentó sacárselo de su interior, pero no había manera. Una risa malvada, procedente de su entrepierna, resonaba por la habitación.

Dildo, el hámster chino, se quedó contemplando el espectáculo. Y vibrando. Literalmente. La Kitty continuó inflándose, hasta hacer reventar a su "ama" (nunca mejor dicho). La sangre le salpicó, pero no pareció importarle. Total, el pelaje le iba a quedar rojo de por vida, después de aquello. La sangre del tupé estaba ya reseca, como la gomina del Lidl. Sonrió, como sólo los hámsters chinos empapados en sangre saben, y comenzó a roer uno de los dedos del cadáver.<<<

-tx!. 

1 comentario:

  1. Hola, soy un Licenciado en Filosofía y he visto tus tiras sobre Nietzsche... simplemente quiero decirte que... ¡me encantan, pon más! xD

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